Tomy tenia la costumbre de visitar las redacciones de órganos de prensa para conversar con los colegas. Era así de amistoso. Desde antes del periodo especial se le veía recorrer La Habana en bicicleta, vehiculo que pinto junto a otras cosas suyas en un mural que conserva el Instituto Internacional de periodismo. En estos últimos años iba a pie a todos lados. Era un caminante infatigable. Nunca lo escuche quejarse de alguna dolencia y nos veíamos mas de dos veces a la semana, una de ellas en mi casa donde bebíamos unos traguitos y comíamos alguna bobería que su Ana y mi Xiomara preparaban para deliciosas pausas en la conversación. Solo hablábamos de nuestra gran pasión: El humorismo grafico. Nunca nos cansamos de hablar de lo mismo. La distancia separo físicamente a ambas familias. Seguíamos unidos a través del Internet. Nos intercambiábamos correos electrónicos a cada rato y nos hacíamos llegar fotos recientes. Ana nos escribió tan pronto lo ingreso. Nos enteramos antes que muchos que residían cercanos a ellos. Nos contó que empezó a quejarse de frecuentes faltas de aire y que se resistía a que lo viera un medico diciendo que se le pasaba ahorita. Ni sabiéndolo enfermo pensé que se marcharía tan temprano. Se había jubilado para dedicarle más tiempo a la cerámica y a la pintura. Se fue con su maleta llena de sueños. Tenía el pelo cano y la mirada joven. Solo veía al futuro. No descanses Tomy. Te deseo que pintes en paz. Ojala podamos vernos algún día.
Delga.
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